martes, 26 de mayo de 2009

Al fin… pasó

Al fin… pasó

H

oy, precisamente hoy, se cumplen cinco años.

Era… ¿cómo definirlo?, un pueblo igual a muchos; tranquilo, monótono, hasta aburrido, podría decirse.

Emplazado –más bien recostado- en la ladera de la montaña, parecía desafiarla, ambicionando ascender hasta la cima. Se veía majestuoso, altivo, enhiesto; cual atento y celoso centinela incorruptible; sin traslucir emociones, imperturbable.

Total… ¡Nada pasaba! Su gente sencilla, laboriosa, familiar, paseaba despreocupada por las calles de piedra, angostas y tortuosas, acordes a la configuración del terreno. Las mañanas transcurrían lentas, apacibles, y las tardes -de moscas zumbonas y siestas prolongadas en el estío- se arrastraban con esa indolente somnolencia propia de los ámbitos rurales.

El ambiente exhalaba un halo dulzón, bucólico; condimento excelente de ensueño e inspiración para músicos y poetas.

Los pobladores ansiaban un suceso, cualquiera, algo digno de ser contado…

Sin embargo, nada alteraba la paz reinante.

En ocasiones hasta el tiempo parecía detenerse, como suspendido en el aire, disfrutando de las bendiciones que el paradisíaco paisaje propiciaba sin retaceos.

Hoy, a cinco años… me pregunto: “¿Volverá el pueblo a ser igual algún día? ¿Renacerá, cual el ave Fénix? ¡No lo creo…!”

Hace exactamente cinco años, a las dos y media de la tarde, pasó el tornado.

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