martes, 26 de mayo de 2009

Muy natural

Muy natural

M

aría Rosa miró por enésima vez la enorme pantalla; los nervios la consumían mientras aguardaba a Milfer, joven whydonisa que conociera durante un Congreso.

Su impaciencia se justificaba; al anunciar la visita Milfer dijo tener grandes novedades; y agregó: “No iré sola. Además, hay una gran noticia que te llenará de júbilo; de algún modo estás involucrada, eres la principal responsable”. No especificó nada; prefería sorprenderla.

Recorrió de una mirada la enorme sala del Cosmopuerto desbordante de público, todos querían aprovechar los días de vacaciones, espléndidos, además. Los mensajes holográficos del C.O.I. (Centro Operativo Interestelar) informaron sobre partidas y arribos de diversas cosmonaves, la esperada por ella no estaba incluida.

Sonrió al evocar las charlas sostenidas en Plutón durante el Congreso Científico Intergaláctico. Al intercambiar anécdotas, costumbres, tradiciones y formas de vida; conoció lo referente a Whydonis, “El Planeta Dorado” (como le decían) y sus extraños habitantes. Al mismo tiempo –como contrapartida-, su amiga recogió una vasta información de la Tierra y sus moradores.

La terrícola quedó infinitamente sorprendida, pero lo más increíble e incongruente fue enterarse de cómo nacen las criaturas en ese lejano planeta. Al principio tomó el asunto en broma, por lo extraño del procedimiento; provocando la irascibilidad de su amiga, quien no veía nada anormal o risible.

Los widonisos, con técnicas súper avanzadas, receptan el esperma masculino y fecundan un óvulo materno en “Spyears” (tras arduos esfuerzos, entendió), llamaban así a los laboratorios “generadores de vida”; compuestos de cámaras asépticas, herméticamente cerradas. Allí, en los “Spyears”, se cumple el período de gestación hasta culminar con el advenimiento de la criatura.

-De esa forma, ambos esposos trabajan hasta que “nace” el hijo –comentó como corolario del tema.

-Algo parecido a la inseminación artificial nuestra -recordó su comentario, recibiendo como respuesta una mirada de incomprensión.

Describió a su amiga el acto sexual (totalmente diferente al de los whydonisos, carente de romanticismo y pasión); lo hermoso del mismo y la consiguiente gestación y nacimiento de los hijos. “Supremo acto de amor y vida” -definió la terrícola. La joven, expectante, registró meticulosamente cada palabra e interrogó a María Rosa, para esclarecer sus dudas sobre la cuestión.

Finalizado el Congreso, mantuvieron un contacto permanente, intercambiando periódicamente imágenes octodimensionales; así conoció al novio de su amiga y posteriormente disfrutó con la fiesta de casamiento de la pareja (aunque ellos le diesen otro nombre, para los terrícolas seguiría siendo “casamiento”); pasó el tiempo y ahora estaba a punto de recibirla.

Apareció el aviso, y por fin, se produjo el arribo; en pocos minutos estarían juntas.

Gran revuelo, vehículos de todo tipo iban y venían, transportando pasajeros, familiares o simples visitantes que se congregaban para contemplar la llegada de seres estrafalarios, procedentes de galaxias desconocidas, a millones de años luz.

Cuando se disipó esa densa marea de asistentes, divisó a Milfer. La joven avanzó a su encuentro sonriendo, llevaba de la mano a una preciosa niña y… en su abultado vientre, se advertía claramente la inminente llegada de otra vida.

¡Al mejor estilo de la Madre Naturaleza!

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