martes, 26 de mayo de 2009

La cuadrera

La cuadrera[1]

El Día de la Raza. GRANDES CARRERAS CUADRERAS EN BOLÍVAR. En el campo de Don Karlos Aspiroz Larrechea. Organiza: Asociación Cooperadora Policial. (Así reza en un programa de 1944).

L

legué temprano, con once años y la canasta de pasteles para vender. La reunión era perfecta, sin problemas. Bueno... casi. A media tarde el líquido ingerido complicó un fallo y los ánimos se fueron caldeando, derivando en una batahola descomunal; un tole-tole de padre y señor mío.

Dejé la canasta en el improvisado buffet, junto al barril con damajuanas y botellas (entre barras de hielo) y me metí presuroso bajo la jardinera de Don “Pepino”, el tano bolichero.

La porfía maduraba. “Que si el zaino; que si el bayo...” A la profusión de gritos e insultos siguieron empujones, golpes de puño, algún talerazo y hasta hubo quien hirió los rayos del sol primaveral con la espejada hoja de un “La Movediza”[2] cabo de plata que, interpretando su danza desafiante, tajeaba el aire, dibujando en él curiosas filigranas e intangibles arabescos.

Desde la relativa seguridad de mi precario refugio, lo descubrí. El forastero, de recia contextura y elegante estampa lucía ropas de excelente calidad; mas, pese a ello, irradiaba un halo siniestro. Parecía un cuervo. El color de pilchas, apero y caballo acentuaban la semejanza. Todo en él era negro, salvo los dientes, protagonistas de una exagerada sonrisa burlona, casi diabólica.

El desconocido se acercó como al descuido a un grupo de contendientes empeñados en zanjar sus diferencias a mamporro limpio y, sin decir “agua va”, con el negro rebenque tomado por la lonja, fue asestando los mejores testarazos de su amplio y selecto repertorio al prójimo desprevenido más cercano, o sea, a cualquiera. Total... importaba tan poco el destinatario.

¡Qué habilidad sorprendente! ¡Qué fineza de movimientos! Sin discutir con nadie, ajeno por completo al litigio, siguió empecinado suministrando, sin mezquinar, su infalible medicina.

Cuando las aguas retornaban a su cauce; él, silbando una milonga del “Viejo Pancho”, se enhorquetó sobre el espléndido pingo oscuro que escarceaba brioso junto al alambrado, le dio un leve taloneo y...

Un persistente olor a azufre acompañó la partida del fuliginoso potro.

Fragor de truenos lejanos desgarraron la placidez de la tarde al restallar las potentes carcajadas, que, en alas de la brisa crepuscular surcaron la vasta llanura bonaerense.

La policía, el médico y los afortunados mortales beneficiados por el eficaz tratamiento –entre quince a veinte paisanos con la cabeza descalabrada-, no supieron explicar lo ocurrido.

¿El cuervo sonriente?... ¡¿Quién sabe?! ¡Lo tragaría la pampa! No volví a verlo...

¡Ah! Me faltó aclarar algo... ¡Nunca más vendí pasteles!



[1]/ Historia real, receptada en Fortín Olavarría de Don Félix Burcaizea (ex vecino de Bolívar.) N. /A.

[1]/ “La Movediza”: renombrada marca de cuchillos, muy apreciados por su calidad. Deben su nombre a la famosa piedra homónima de Tandil. N. /A.

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