martes, 26 de mayo de 2009

Mi confidente

Mi confidente[1]

A manera de introito

C

uando los seres privilegiados, aquellos de los que tenemos un muy elevado concepto por sus aptitudes y/o actitudes cruzan el umbral entre la vida y la muerte y comienzan a transitar los insospechados e insondables caminos de la eternidad, recién solemos valorarlos como verdaderos genios, apreciando en su exacta dimensión los aquilatados valores que detentaban.

Con Mozart, como con tantísimos otros, ocurre así. Por ello, no es extraño que un ignoto escritor, un anónimo trabajador de las Letras, dedique parte de su tiempo; poniendo en su labor creativa lo mejor de sí, con el único propósito de rendir un merecido homenaje a tan ilustre personaje.

Elmi Shindo (un buen amigo mío) no encontró mejor manera de hacerlo que convocando al propio Mozart para que contara sus vivencias: alegrías, tristezas, triunfos y fracasos.

El referido escritor tomó como base los datos aportados por un servidor, datos que llegaron hasta nuestros días por mera casualidad.

Así, de esta forma; con la sana intención de que el lector al voltear las hojas pueda emocionarse más y más; percibiendo, sin música y sólo con palabras la presencia de W. A. Mozart, es que se divulga este diario íntimo, el confidente de un verdadero genio universal.

18 de enero de 1978

Henrich Von Bauen.

Stiring-Wendel, (Sarrebruck, Alemania).

Éste es el diario de Mozart

(Transcripción fiel de la versión de Enrich Von Bauen, por Elmi Shindo)

27 de enero de 1762:

Hoy, querido amigo, con seis años, comienzo a contarte mis cosas. Estoy muy contento, conmovido hasta las lágrimas. Según mi padre, las últimas piezas para piano que compuse son excelentes; pese a su opinión, tengo mis dudas. Influenciado por su cariño, al hacer la crítica puede que magnifique la calidad de las mismas.

Te prometo que serás siempre el primero en saber qué hago y pienso. Ya eres mi confidente. ¿De acuerdo? Por ahora seguiré componiendo música, aunque sé que nunca me destacaré en este difícil arte; me encanta. Por eso lo hago.

“Las palabras escritas en los papeles arrugados, ajados, parecían adquirir vida, hacerme gestos amistosos, como saludándome…

Perdón, he omitido presentarme y decir de qué se trata. Soy Henrich Von Bauen, arqueólogo y antropólogo. Integro desde hace varios años una comisión dedicada a estudiar antiquísimas culturas europeas.

Mi trabajo me ha llevado con otros especialistas a cada rincón del continente, siempre tras la quimera del gran descubrimiento. En más de una ocasión, al estudiar a fondo los elementos hallados, hemos encontrado brechas sobre la autenticidad de los mismos y debimos descartarlos.

Miro nuevamente las hojas, muy deterioradas por el paso de los años, los elementos climáticos y, sobre todo, por los roedores. No hay dudas. Tenemos en nuestras manos un verdadero tesoro. Nada más y nada menos que el diario íntimo de Mozart. Sí, Mozart, el archifamoso músico austriaco.

Tengo que extremar las precauciones al manejar este material, sobradamente maltrecho. Debo evitar que se siga convirtiendo en polvo”.

Primavera de 1762:

¡Qué alegría! Comenzaremos una gira por el continente.

Mi hermana María Anna y yo nos aburriríamos mientras nuestro padre habla y habla de música con las gentes en cada ciudad que visitemos. Pero por fortuna, no será así ya que nuestra madre nos acompañará.

Esplendorosa primavera:

Francfort. En el concierto de clausura debí alterar la rutina. Como Anna sufría las consecuencias de una fuerte y aparatosa caída no pudo presentarse. Al faltar ella, improvisé mi actuación. Todo salió bien y mi padre me pidió al terminar que incorporase al repertorio para el resto de la gira el divertimento que “compuse” frente al público. Lo intentaré, aunque posiblemente no saldrá igual.

¡Ah…! El público demostró ser muy exigente y sumamente indulgente también; hay que ver los enfervorizados aplausos que nos prodigan en cada función.

“Tras unos pasajes borrosos, se puede leer...”

... me gustó mucho, disfruté enormemente cuando estaba solo ante el piano, con la sala colmada, a mi entera disposición. ¡Una sensación excitante, muy agradable! Fue como tener el mundo a mis pies.

Verano de 1762:

Nantes. ¡Qué maravilla, un espectáculo majestuoso! Sólo imaginado y proyectado por seres de una sensibilidad fuera de serie.

¿Quién hubiese osado realizar un concierto en plena campiña, a orillas del Loira?

Sí, mi buen amigo y confidente. Como te digo. En las márgenes del río ¡y hasta en pequeñas embarcaciones! se congregó una multitud ávida de escuchar nuestra música. Algo jamás soñado por artista alguno. Realmente, imposible de olvidar.

No quiero abrumarte con detalles. Sí te diré que en Francia me sentí tan a gusto como en mi casa. Los franceses son muy cordiales, sumamente afectuosos.

Cada vez que te encuentran, comienzan a besuquearte, tienen esa costumbre.

“En el primer párrafo, el nombre de la ciudad resulta indescifrable, no obstante, se trataría de Londres”.

Fin del verano:

...como te digo, con cuánto placer actuamos en la abadía de Westminster. La vieja y emblemática abadía de la que he oído hablar tantas veces a mi padre; ahora también a nuestras plantas. El sueño continúa. No puedo narrar lo vivido en ese lugar irreal, cargado de misticismo. Tuve la impresión de que a cada nota de nuestros instrumentos, despertarían los ángeles que adornan el retablo mayor circundando la imagen de María y comenzarían a cantar y danzar.

Holanda:

Ámsterdam. Si de algún sitio quedó encantada mi madre es de Holanda.

Nos presentamos reiteradas veces en la Oude Kerk (Iglesia vieja) y en la Nieuwe Kerk (Iglesia nueva). Fue imposible proseguir la gira; debimos permanecer en la ciudad hasta fines del verano, haciendo las delicias de los mismos espectadores, que función tras función, se acercaban a brindarnos múltiples atenciones.

Dos semanas de descanso:

Inmersos en un paisaje de ensueño, los Alpes Suizos, estamos pasando una temporada de merecido descanso. Gozamos de las maravillas naturales, olvidados por completo de fusas y corcheas.

¡Qué placer!

Mi padre viajó para coordinar la prosecución de los conciertos y nosotros disfrutamos; libres de ensayos, viajes y preocupaciones.

“Continúa una gran cantidad de páginas, literalmente trituradas”.

Mi primera sinfonía:

Tengo nueve años. Compuse una sinfonía que, según varios maestros -incluido mi padre-, dará que hablar. Claro, ellos hablan de ella ahora. No creo que perdure, en poco tiempo pasará al olvido.

Éste es un gran artista:

Conocí a un artista extraordinario. Se trata de Ladislav Zatwisky, joven pintor húngaro que se mudó a pasos de mi casa. Nos hicimos grandes amigos enseguida. Seguramente su nombre y su obra llegarán a ser reconocidos a nivel universal. En cambio, a poco de mi muerte, ¿quién se acordará de un ignoto músico como yo? ¡Nadie!

Viena:

Mi nueva casa. Grandiosa. Todo un derroche de música y poesía. Un verdadero deleite espiritual. La ciudad parece un gigantesco teatro, en permanente concierto, las melodías se enseñorean del aire, anegando cada rincón.

Compongo sin descansar:

Me apasiona la música, ella me mantiene vivo. Mi deseo más ferviente es transmitir en mis creaciones los diversos estados de ánimo, capaces de sensibilizar, conmover y trasportar a esferas inequívocamente místicas a cada ser que las disfrute. Es primordial lograr ese cometido, de lo contrario, la obra no pasará de ser una simple música entretenida, huérfana de sustento espiritual e incapaz de promover emociones valederas.

Mis amores:

Los salones vieneses son el punto obligado de reunión de la nobleza. Asisten damiselas hermosísimas; tengo doce años y mi sangre entra en ebullición al contemplarlas.

Con el piano intento transmitirle a cada una de ellas lo que mi corazón encierra. Les cuento musicalmente las terribles y apremiantes ansias que me invaden de amar y ser amado.

“Es imposible leer aquí, deberé saltear las hojas, no hay opción”.

Me siento mal:

¡Al fin...! Cumplí catorce años, ya soy un hombre.

Casi no duermo.

Mi padre está muy preocupado por mí. Los dolores de cabeza, que me acompañan desde hace un par de años, son cada vez más intensos y frecuentes. Los galenos dicen que con el desarrollo se irán atenuando, ¡ojalá!

Salzburgo nos espera:

Me tomó de sorpresa la noticia. Regresamos a Salzburgo. Reencontraré a Ladislav. En verdad, lo extrañaba mucho, será un inmenso placer pasear en su compañía por la campiña, hablar de música, paisajes y colores. Es un gran conversador y todo un “Don Juan”. Salta de un amor a otro vertiginosamente, en forma instantánea; sin mirar adónde se mete ni reparar en las consecuencias.

Maestro de Cámara:

El Arzobispado de la ciudad me nombró Maestro de Concierto Honorario del Grupo de Cámara. ¡Que no se equivoquen! La designación no significa que lameré las botas del Arzobispo y su séquito. ¡Al contrario! Soy y seguiré siendo su más acérrimo opositor. Jamás traicionaré mis ideales, mis convicciones.

“En este tramo del diario algunas hojas se hallan parcialmente arruinadas”.

... nuestro tercer viaje por Italia. Puedo decirte, querido amigo, que allí se encuentra la cuna del Arte. Conocer ese país y amarlo es todo uno. Disfruté cada hora, cada minuto, de su arquitectura y la enorme cantidad y variedad de obras de arte: “Obras Maestras de la Humanidad”.

Lo único lamentable son las permanentes migrañas que me impiden dormir; paso las noches en vela, componiendo compulsivamente, no puedo hacer otra cosa.

Mi primer amor:

Muy enamorado, así me siento. La veo bailar y mi corazón vuela con cada evolución de su danza, no había sentido tal atracción hasta hoy. Aloysia es etérea, celestial; divina, ¡eso!, sencillamente, divina... ¡Si le conocieras, mi buen amigo...!

Me vuelvo loco:

Tras la pérdida de mi madre y el fracaso y desilusión al enamorarme sin poder concretar ese sentimiento, me siento peor que nunca. Los dolores de cabeza -neuralgias, según los especialistas más avanzados- forman parte de mi vida. Son algo tan cotidiano que ya no podría estar sin ellos.

Mis horas, interminables horas sin lograr conciliar el sueño; las paso componiendo y tocando el piano. Si al menos todo este esfuerzo se viese recompensado... Sé, sin embargo, que no llegaré a descollar. Mi obra morirá conmigo. No perdurará. Estoy convencido de ello. Me atormenta la idea de no dejar nada de valor a mi partida. ¡Qué panorama distinto el de Ladislav...! ¡Será famosísimo!

Adiós al arzobispado:

Debí dejar el puesto hace tiempo. No estoy hecho a cargos, sujeto a directivos ni consejeros. Siempre me conduje solo y así seguiré. Además, no soy el típico genuflexo, inclinando la cerviz ante los poderosos. Tengo mi dignidad y amor propio; antes de ceder, traicionando mi filosofía y convicciones, prefiero mandar todo al demonio.

“Hay una parte, extensa, importante; muy estropeada. Imposible descifrarla”.

Munich:

Amores clandestinos. Las damas - sobre todo las más encumbradas de la nobleza- tienen sus debilidades. Yo también tengo las mías y por ello, me enredo en amores con suma facilidad.

Hete aquí que una noche, para evitar males mayores, debí salir de un castillo subrepticiamente, como un ladrón a punto de ser descubierto. La Señora Condesa puede dormir tranquila, por mí nadie se enterará de sus devaneos y debilidades.

Mi matrimonio:

No es lo que esperaba, creo que mi esposa tiene idéntica sensación, la de haber equivocado nuestros sentimientos y proceder en forma apresurada al contraer enlace. Constanze es buena, cordial, compañera; pero la llama del amor, la que creímos encender para siempre, se extinguió al poco tiempo.

Viena:

Lugar de ensueño. Otra vez, como hace años, me fascina la fastuosidad de Viena, sus paseos y salones. Y, lo más importante, la enorme cantidad de músicos, excelentes músicos.

Lo único que enturbia mi cielo es la crítica situación financiera por la que estamos atravesando. He compuesto varias piezas que no han tenido del público la respuesta que yo esperaba. Las Bodas de Fígaro, por ejemplo, una ópera que considero de excelente factura, no fue recibida con el entusiasmo que, a mi criterio, merece.

Estalla mi cabeza, resulta harto difícil concentrarse, hallar el estado de gracia imprescindible para elevar el espíritu hasta la óptima capacidad creativa. No obstante, trabajo sin descanso, hasta quedar exánime, sin fuerzas ni para hablar.

Presiento que mi fin se acerca. Me estoy muriendo.

Don Giovanni:

¿Te dije que Da Ponte es genial escribiendo? Constituye un verdadero placer trabajar con él; sus textos tienen la facultad de acelerar los latidos del corazón y obligan al músico a volar, volcando lo mejor de sí en cada nota. Esta ópera y Las bodas de Fígaro son la prueba irrefutable de lo que estoy afirmando. Sus libretos son espeluznantes. Tienen magia, invaden el espíritu, contagiando sentimientos disímiles, sensaciones antagónicas... Formidables.

Malas noticias:

Mi mejor amigo, Ladislav Zatwisky, el pintor, ha muerto. Lo mató en duelo un noble, pretendiendo defender el honor de su dama, seducida por él.

Le advertí del peligro que corría al visitar a esa mujer. ¡Cuando pienso que pude estar en su lugar...!

Una ópera maravillosa:

Estoy estudiando un libreto, divino como pocos; es de Emmanuel Schikaneder; me encanta. Tal vez La flauta mágica llegue a ser mi mejor obra.

Sin embargo, por otro lado, tengo la plena convicción de que nunca alcanzaré resonancia. Terminaré mis días y desapareceré; sin haber logrado destacarme.

Nadie sabe de mis cefaleas y el estado de nerviosismo y excitación provocado por las mismas; de la enorme fuerza de voluntad que pongo para continuar con esta vocación, tan arraigada en mí, tan profundamente enquistada en mi sangre y mi atormentado cerebro.

Los dolores recrudecen:

La flauta mágica me absorbe las escasas horas que puedo dedicar al trabajo. Falta tan poco para concluirla... Sufro horrores... debo realizar esfuerzos sobrehumanos para sentarme al piano y seguir componiendo.

Peor... día a día:

Debí abandonar todo momentáneamente; mi salud ya no me permite ni pensar...

Si pudiera... ¡Cómo me gustaría finalizar la ópera...! Tal vez mañana, si tengo más ánimo... Quizás... mañana... Quizás...

“El diario recoge esta última frase del genial músico. La misma tiene las connotaciones de una despedida. En ella, quienes lo estamos analizando, advertimos su desaliento y resignación. Así, con este sencillo párrafo, puso punto final a su diario.

Y a su prolífico y tortuoso paso por este mundo”.



[1]/ Esta obra, totalmente de ficción, es un sentido y sencillo homenaje al eminente compositor austriaco al cumplirse los 250 años de su nacimiento. N. /A.

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