martes, 26 de mayo de 2009

El juicio

El juicio


L

a voz del ujier resonó en el recinto como el trallazo de un látigo

-¡Silencio…! ¡Silencio, por favor!; -una vez acallados los murmullos, continuó-. Prosiga señor Fiscal. -Éste dio un par de pasos y se ubicó ante al estrado.

-Bien, veníamos analizando el grado de responsabilidad del acusado, responsabilidad que hasta el momento, con las débiles evidencias presentadas por la defensa y la total ausencia de testimonios favorables, nos llevan a corroborar y sostener que es plenamente responsable de todos y cada uno de los cargos presentados. Los señores miembros del Honorable Jurado recordarán a las hermanas L.; las mismas fueron violadas en forma reiterada. No comparecen en esta audiencia por hallarse en proceso de recuperación; según los especialistas, demandará una rigurosa terapia y tiempo prolongado.

Palabras de indignación llenaron el recinto tras lo expuesto por el representante del ministerio público. El rostro del acusado permaneció impasible, cualquiera diría al verlo que era un espectador más, ajeno por completo al caso en cuestión. Las expresiones hostiles fueron en aumento, varias personas se pusieron de pie, dirigiéndole epítetos irreproducibles y miradas cargadas de rencor.

Ante el cariz que tomaban los hechos, para calmar los ánimos, la magistrado propuso pasar a cuarto intermedio hasta el día siguiente.

En su lugar de reclusión, el reo trataba de justificar lo sucedido; para él sobredimensionaban su accionar, atribuyéndole una gravedad inexistente. Además, ¿quién estaba libre de pecado para arrogarse el derecho de arrojar la primera piedra?

Mil conjeturas e hipótesis, a cual más descabellada, desfilaron por su cabeza. Pasó la noche en vela; pensaba que su conducta carecía de gravedad; sin embargo, el tribunal difería diametralmente en su apreciación.

El recinto se veía colmado, en consecuencia, una multitud debió resignarse y esperar afuera.

-Su Señoría, miembros del Honorable Jurado, señoras y señores, –comenzó el Fiscal-. Prosiguiendo con la exposición interrumpida en la sesión de ayer, invito a comparecer a la señora P. Su sola presencia ofrecerá una muestra fehaciente del bárbaro atropello cometido por el imputado, desdeñando por completo las normas establecidas; me atrevería a decir, burlándose de ellas.

Desde el fondo de la sala, acompañada por una funcionaria del poder judicial, avanzaba lentamente la nombrada. Lucía maltrecha y caminaba con dificultad; los testigos no daban crédito a sus ojos; era una vaga sombra de la rozagante señora P; sinceramente, daba pena.

Ante la evidente fuerza de voluntad puesta de manifiesto por la compareciente y la casi imposibilidad de llegar al estrado, el ministerio público optó por prescindir de su testimonio; sobraba con verla para imaginar los vejámenes sufridos a mano de aquel sujeto que sonreía indiferente, feliz y contento, como si estuviese disfrutando del mejor espectáculo del mundo.

Así, uno a uno, fueron presentados los cargos y testigos, sin dejar a la defensa el menor resquicio para alegar a favor de su representado.

La indignación del público creció al enterarse de que las señoras N –víctimas también del sujeto en cuestión- habían prestado declaración en el nosocomio, por su deplorable estado. Los ánimos se fueron encrespando y el ujier se vio en figurillas para mantener la calma.

Tras una breve deliberación, el presidente del Jurado presentó la nota con el veredicto y previo asentimiento de la Magistrado, el secretario procedió a su lectura.

-Su Señoría… “Vistos y considerados los cargos presentados contra el acusado, el escaso o casi nulo valor de las pruebas ofrecidas por su letrado y la ausencia total de atenuantes para los múltiples delitos por él perpetrados; este Honorable Tribunal, ejerciendo el pleno uso de sus facultades, en forma irrestricta, resuelve:

1º) Hacer lugar a la demanda, encontrando al imputado culpable de todos y cada uno de los puntos mencionados en autos.

2º) Condenar al mismo a la abstención definitiva de las labores que desarrollaba habitualmente, con total prohibición de retomar en el futuro dichas actividades, para salvaguardar la salud y tranquilidad de quienes hoy comparecen como víctimas y querellantes.

3º) Notifíquese debidamente al interesado, su patrocinador y damnificados actuantes.

4º) Dése forma, publíquese en el Registro Judicial y archívese”.

Epílogo

Sobre el escritorio, abierta como al descuido, la carpeta con los datos de la causa.

Acercándonos un poco, pudimos leer.

Nombres de los principales personajes intervinientes en el caso.

Hermanas L. Las Letras, maltratadas, violadas permanentemente por el procesado.

La señora P: La Poesía, muy maltrecha, víctima de malos tratos y abusos de todo género.

Las señoras N: Las Narraciones, ídem.

El acusado: Un mediocre escritor -su nombre no viene al caso; hay muchos, podría ser yo, inclusive-, mejor tendamos un manto de piedad sobre él.

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