martes, 26 de mayo de 2009

Lección aprendida

Lección aprendida

E

l hombre caminaba con la escopeta terciada en la espalda. “Cuánto hace que dejé esta vida. En un tiempo cazaba para subsistir; ahora no necesito hacerlo. Mi actual trabajo me permite vivir sin sobresaltos, lo hago por placer” -reflexionó.

Llegó al sitio elegido, introdujo dos cartuchos del 16 en el arma y estudió brevemente el lugar. El suave chasquido proveniente de un pequeño matorral ubicado a su derecha lo alertó.

Miró expectante y la sorpresa fue mayúscula, emergiendo entre la vegetación, una liebre se paró en dos patas.

-Señor peludo[1] –dijo-, quiero felicitarlo por su habilidad para cavar, hay que ver los túneles que construye y la rapidez con que los hace.

-Mire, doña liebre, cada cual tiene su especialidad. Hace pocos días, contemplé su excelente demostración de velocidad y destreza cuando la corrían varios galgos. ¡Qué maestría para esquivarlos!

El cazador levantó la escopeta y centró a la desprevenida liebre en la mira. “Un tiro fácil” -pensó.

-Hay un Ser Superior que nos ha dotado de ciertas facultades para defendernos, la vida es sagrada y debemos cuidarla –comentó sonriente el quirquincho[2].

-¡Y que lo diga! Si no fuera por Él, estaríamos listos. Está bien que nosotros, los animales, también matamos; pero jamás herimos o matamos por placer, lo hacemos únicamente si nos atacan o acuciados por el hambre.

El hombre frunció el ceño y se rascó el mentón, perplejo. “Nunca pensé en ello, tiene razón” –meditó.

-¿Qué le parece? Ahora, por ejemplo, debo amamantar a mis crías –manifestó, orgullosa mamá liebre- son muy pequeñitas y aún no comen pasto.

-En cambio yo, estoy muy viejo y vivo solo, pero feliz; -una perla brilló en el rostro del viejo armadillo-. Si habré recorrido estos campos y ahora debo conformarme con dar una vueltita, no puedo ir muy lejos, me fatigo enseguida.

El hombre no comprendió qué le ocurría, bajó el cañón de la escopeta, abrió la recámara, retiró los cartuchos y sonrió mirando a los animalitos. Los saludó con un ademán cariñoso al pasar y emprendió el regreso.

Volvía con las manos vacías, pero, nunca había tenido una excursión de caza tan fructífera. En su rostro brillaba la luz de una paz interior, pocas veces vista en ser humano alguno. Acababa de aprender una hermosa lección. Algo que no olvidaría por el resto de sus días.



[1]/ Peludo: Armadillo. Se encuentran en el sur de América: Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay y parte del Brasil. Hay varias clases de ellos: Peludo, de regular tamaño. Pesa entre 1 y 3 Kg. Mulita y “pichi ciego”, éstos son de menor porte. La carne de todos ellos es muy sabrosa, comparable a la del cerdo. Todos éstos cavan cuevas que utilizan como vivienda, saliendo generalmente de noche en busca del alimento. Otro de ellos, el” tatú carreta” puede superar los 50 Kg. Su nombre, según leyendas tradicionales es a causa de que se ponía ante las ruedas de las carretas que transportaban mercaderías (Siglos 17 y 18) para hacerlas ladear, así caían algunos bultos, en ocasiones, artículos comestibles. Los caparazones de los pequeños se utilizan para construir charangos, instrumentos musicales de antigua data, provistos de 12 cuerdas, muy utilizados en Bolivia y el Noroeste argentino (Salta y Jujuy). N. /A.

[2]/ Quirquincho, o quirco: nombre que le daban los primitivos pobladores a los armadillos. N. /A

No hay comentarios:

Publicar un comentario