martes, 26 de mayo de 2009

Cuestión de suerte

Cuestión de suerte

J

uan Mayoral, era un tipo de mala suerte. Jamás le salió algo bien. Sin embargo, en medio de tantas calamidades y percances, acertó una. Vendió el coche; un trasto inservible. El comprador –como todo buen negociante- regateó, gimió y lloró, hasta que al final, cerraron trato.

Cedió algo para asegurar el negocio, aunque en su fuero íntimo, lo hubiese regalado, era tan sólo un montón de hierros viejos.

Según dice el refrán “los tontos no se siembran, pero, nacen”, ¡efectivamente, apareció uno! El candidato ideal, ni buscándolo con lupa podría hallarse otro parecido.

Confiado, entregó el auto (que debió ser remolcado para llevarlo) y lo invitó a cenar; pagaría esa noche con un cheque. El librador era una persona honorable, muy conocida por él, según el gitano.

-Sé que usted le tiene gran estima y confianza, estoy seguro de ello –agregó el pícaro-, esta noche me dará la razón.

Al momento de recibir el cheque por la cifra estipulada el vasco arrugó el ceño.

-¿Cómo…? –Los ojos de Mayoral se desorbitaron-; este cheque no tiene validez, está sellado por falta de fondos y cuenta cerrada. ¡No sirven, el cheque ni la firma!

-¡Qué raro…! Si no vi mal, lleva su firma. Acá dice, bien clarito, Juan Mayoral.

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