martes, 26 de mayo de 2009

De regreso a casa

De regreso a casa

M

ayo de 1945, fin de la contienda en Europa. Licenciamiento masivo de tropas.

La locomotora resopló una vez más y tras superar la empinada cuesta, aumentó considerablemente su velocidad en el descenso.

Pronto apareció la población. Una típica aldea francesa.

André se recostó contra el respaldo del asiento, recordando por enésima vez la misión, verdaderamente dolorosa y desagradable que debía cumplir en esa pequeña villa.

¿Cómo decirle al anciano padre de Antón que su hijo no volvería del frente? ¿Cómo explicarle que lo habían fusilado por traidor a la patria? ¿Podría él hacerlo…? Lo dudaba...

El tren fue disminuyendo su marcha hasta detenerse por completo ante el andén. En el mismo, un grupo reducido de personas aguardaba la llegada del convoy. La pequeña comitiva -pensó André- se correspondía proporcionalmente con lo diminuto del pueblo. Así como en estaciones anteriores descendiera abundante número de excombatientes; en ese momento nadie parecía dispuesto a abandonar el tren, excepto él.

Mientras asía su escaso y maltrecho equipaje, pudo ver por la ventanilla un cartel con el nombre de Antón, portado por varios jovencitos. André se detuvo un instante. Un hombre muy bien vestido, posiblemente el alcalde, se acercó.

-Antón, estamos orgullosos de que pertenezcas a nuestra comunidad y tenerte como digno ejemplo de valentía y honor; -aludía sin duda a las condecoraciones prendidas en el pecho del joven-. Lamentamos profundamente la enfermedad de tu padre. Ahora, ciego y solo, te necesita.

El joven quedó estupefacto, no podía articular palabra. Acompañado de un niño, un anciano avanzó hasta situarse junto a la escalerilla del vagón. Sin duda, el padre de Antón.

-¡Hijo! ¡Hijo querido... has vuelto!

André pensó: "estoy solo en el mundo, mi familia desapareció en un bombardeo. ¿Por qué no?"

-Sí padre, he regresado a casa.

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