martes, 26 de mayo de 2009

El adiós de un grande

El adiós de un grande

N

unca me pasó algo semejante. Cuando fui esa tarde a la galería de arte a presenciar la subasta estaba a años luz de imaginarlo.

Perdón, no me he presentado. Soy A. M.; así firmo desde hace más de treinta años mis artículos en la sección espectáculos de diversos medios gráficos; mi verdadero nombre no interesa; además, los lectores me conocen perfectamente.

Bien -pensó-, hasta acá hemos llegado. Tanto trabajar y luchar para terminar así. ¡Parece mentira! En fin... ¡Qué se le va a hacer! (En su rostro se advertía el cansancio y un total desencanto).

Le dejé un mensaje a Ariel citándolo a las cuatro de la tarde. Hice hincapié en la puntualidad; la cosa se me complicó bastante y ahora tal vez sea yo quien no llegue a tiempo.

Intento rememorar hechos y sensaciones, debo ordenarlos debidamente para volcarlos al papel con cierta coherencia, o al menos, en forma más o menos entendible.

Como les decía, soy A. M y aguardo a un amigo. Según su mensaje hace dos horas que debería estar acá, le habrá ocurrido algo.

Esperaré. Total… en esta tarde lluviosa no tengo apuro ni compromisos.

Al morir papá… perdón, mi patrón, todo se desmoronó, los hechos se precipitaron de tal manera que llegamos a tocar fondo. Es decir, “ellos” llegaron a tocar fondo. Y yo, imposibilitado de ayudarlos. Por eso, ahora, duele menos este sacrificio. En realidad duele, y mucho; mas no tengo opción. Es el único medio a mi alcance de serles útil, claro que por última vez; pero útil al fin. Debe hacerse así, y se hará.

Si me citó aquí y en este horario, algo merece ser visto, conozco a Miguel, no me haría venir sin tener un justificativo importante. Él dice ser materialista y sabe que el arte me encanta; comprende también que por mi voluntad no asistiría a un remate de cuadros o estatuas.

¡Qué lástima! La vida, mi vida, fue muy linda; pero desde ahora me parecerá un suplicio.

Justo hoy que tengo un compromiso el auto se descompone. Ariel, o A. M. se estará preguntando qué demonios hay de interesante en la galería. Ojalá lo descubra si no llego a tiempo. Él es inteligente, de seguro lo verá.

Siempre lo mismo, verdaderas joyas pero exentas de calor; el verdadero calor que sólo puede generar la presencia del autor transmitiendo sus emociones. Eso sí les confiere vida, al menos para mí. En todas las ramas del arte son altamente sugestivos los datos íntimos aportados por su creador. Las anécdotas, vicisitudes, tropiezos, sobresaltos y sensaciones al gestar la obra, al “parirla.” Todo ello vale tanto o más que la obra en sí; por magnífica que esta fuere. “Si Miguel Ángel hablase…”

Se acerca la hora. Cualquiera que lea mi pensamiento creerá que voy hacia el patíbulo. Es cierto que extrañaré a mi “familia”, fueron siempre tan bondadosos conmigo. Claro que el mejor era mi papá, ¡hum…! este... Mi patrón. Me abrigaba en invierno y yo me hacía el dormido para disfrutar de las frases hermosas que susurraba en mis oídos. ¡Si habrá cantado el arrorró para hacerme dormir! ¡Cómo sentí su muerte! Todavía se notan en mi cara los surcos de las lágrimas. ¡Cuánto lo amé! Es más, ¡lo sigo amando! Pero ya no está...

Algunas noches, cuando él descansaba, le dije despacito muchas frases hermosas nacidas en mi corazoncito de madera: “te amo, papá. ¡Siempre te amaré, papi!”

-¿Con la redacción? Soy Miguel. Sí, el reportero gráfico. Por favor, necesito que manden un coche. Debo cubrir una noticia muy importante y llegaré tarde. Estoy en...

-¡Señoras y señores! ¡Su atención, por favor! –Las palabras del martillero llenaron la sala-. De acuerdo al programa de la fecha, pondremos a continuación en venta el último lote. Es sabido que dejamos lo mejor para el final y hoy más que nunca.

Las miradas de los asistentes convergieron hacia el empleado de la empresa que se acercaba al estrado portando un maletín.

-Como es habitual en estos casos, la obra a subastar no tiene precio; su valor es intrínseco. El precio “real” sería incalculable. No obstante, estableceremos una base lógica y, sin preferencia alguna, será adjudicada y entregada en el acto al mejor postor; –el hombre carraspeó aclarando la voz y prosiguió-. Ofreceremos a “Chirolita”[1], el legendario muñeco que hizo las delicias de varias generaciones. Este artista de renombre universal, con innumerables presentaciones en radio y televisión, integró también en su momento el elenco de famosísimas películas. Como podrán apreciar, la base de... mil dólares, resulta irrisoria. –La voz decreció en intensidad, y parte de la cifra se perdió en la nebulosa; una de las tantas tretas de la profesión. De esa manera el martillero acrecentaba la expectativa entre los posibles oferentes.

De pronto comprendí. Se justificaba plenamente mi presencia allí en esa tarde tan desapacible. Miguel conocía mi punto débil, sabía de sobra que semejante “transacción” no me pasaría inadvertida; con su invitación provocaba, más bien impulsaba, mi lógica reacción. Comencé a sentir un hormigueo en la palma de las manos. La ansiedad, seguramente.

La hora se avecina. En pocos minutos seré objeto del análisis de un montón de desconocidas. ¿Qué saben ellos de mí, de mis sentimientos, mi dolor?

¿Podrán imaginar siquiera quién soy, es decir... fui?

¿Cómo decirles que actué ante reyes y magnates en todo el mundo? ¡En la Santa Sede, Mónaco, París...! Apenas descendíamos con mi papi de un avión, abordábamos otro hacia el rincón más remoto del globo. Y ahora... ¿qué? ¿Adónde iré a parar, habrá niños cerca de mí? ¡Con lo que me gustan...!

-¡Al fin el auto! Si nos apuramos, podré tomar algunas fotos –el conductor me miró como si fuese un marciano-, hay un motivo especial, de ahí la urgencia.

-Bien, recién nos estamos aproximando a su verdadero valor. Recuerden que estoy poniendo a su alcance al mejor artista en su género. –El martillero ponía especial énfasis en sus palabras y gestos-. No hubo, y dudo, haya otro igual, ¡qué digo igual! Ni parecido… por muchos años. ¡Vamos, señores! ¿Quién da más...?

Lo miré con detenimiento. Su carita habitualmente tan alegre lucía diferente; pequeñas arrugas convergían en su boca, esa boquita siempre dispuesta a derrochar la luz de una sonrisa.

Tenía el ceño fruncido, signo inequívoco de preocupación y tristeza.

¡Me dio pena, mucha pena!

De pronto, una lagrimita surcó sus mejillas. “¡Está llorando!” –me dije.

Una piedad inconmensurable se adueñó de mí.

Por los grandes ventanales observé la avenida; la lluvia continuaba cayendo, impiadosa.

Tan impiadosa como el fatídico martillo, que en instantes pondría punto final a...

Me voy, es necesario, imprescindible. Quizá nunca regrese a la Argentina... Desde que papá partió las cosas no fueron fáciles para la familia; ahora, al venderme, podrán solucionar los problemas económicos más urgentes. Ellos me dieron tanto... ¿Cómo no devolverles algo? Sin su intervención yo no existiría, les debo todo. ¡La vida! ¿Qué menos puedo hacer?

-¡Lo que faltaba, un embotellamiento de tránsito! Está visto que no debo llegar…

-Perfecto. ¡Damas y caballeros! De esta forma, “Chirolita” se va para Gran Bretaña. Damos por finalizadas las operaciones de la fecha, agradecemos su presencia y los invitamos para el día...

No escuché más. Mis sentidos estaban puestos en...

El empleado bajó la tapa del maletín, lo cerró con llave y entregó ambas cosas y una carpeta de color azul a un señor de porte distinguido que, tras estrecharle la mano con deferencia, se marchó.

Creí oír, como alejándose, una vocecita apagada pidiendo auxilio. Mi imaginación otra vez con sus jugarretas. ¿Fue mi imaginación? O...



2/ “Chirolita”: muñeco creado por Mister Chassman (Ricardo Gamero); este ventrílocuo argentino de fama internacional ejerció su profesión durante 46 años, cuando falleció iba a cumplir 61. N. /A.

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